Política
Panorama Político

La ciudad resiste sin render... ¡Ni promesas!

El intendente de Bahía Blanca, el peronista Federico Susbielles. (Dibujo: NOVA)

Mientras en Buenos Aires la agenda política se entretiene con empanadas, posteos de famosos y peleas por encuestas infladas, en Bahía Blanca la realidad es otra: menos Instagram y más barro. Literal.

Porque desde la tragedia del 7M, la ciudad no solo arrastra heridas materiales, sino también políticas, económicas y simbólicas que nadie parece dispuesto a asumir del todo.

El comercio local vive entre ofertas desesperadas y cortinas cerradas. La motosierra que prometía cortar privilegios terminó cercenando ventas, y en algunos casos, hasta la esperanza. Ni con Milei ni sin él aparece el rebote.

Como si eso no bastara, Bahía perdió la pulseada por la mega planta de GNL, que se va a Río Negro con moño de mil millones de dólares. Acá, mientras tanto, se festeja la llegada de una torre deetanizadora como si fuera la solución a todos los males.

¿Y los grandes proyectos? En pausa eterna: el Paso Urbano, la rotonda de Charlone, el Cholo, todos duermen la siesta en algún archivo ministerial.

El intendente Federico Susbielles intenta mostrarse activo, pero el barro no es solo el de las calles.

Los problemas de transporte, los taxis sin control, los espacios reservados que nadie controla y un microcentro cada vez más desolado desgastan cualquier plan. Lo que llega desde Provincia son parches o carpetazos, pero no una estrategia. Ni siquiera un espaldarazo nítido.

En el medio, Bahía se desindustrializa en silencio. Con licitaciones que no avanzan, obras que no empiezan y un Puerto que se gestiona más por foto que por resultados, la ciudad que alguna vez soñó con ser “el polo del sur” hoy se conforma con ser delivery de materias primas, sin valor agregado.

Pero la ciudad también muestra su otra cara: la de la tenacidad social. Desde clubes como Palihue donde se arma una comisión con escritores, hasta nuevos emprendimientos en medicina laboral, Bahía encuentra su forma de reinventarse sin ayuda oficial.

La economía informal crece (entre vendedores legítimos y objetos robados por Marketplace) mientras el discurso libertario de "que el mercado resuelva" deja postales más distópicas que liberales.

En el fondo, Bahía sigue picando piedra sin herramientas. Las decisiones se toman lejos, y cuando se acuerdan de la ciudad, es para la foto. El dilema no es nuevo, pero duele más cuando se acumulan las promesas y las rendiciones de cuentas nunca llegan.

La pregunta que queda flotando es si Bahía puede salir del lugar de convidado de piedra y transformarse, por fin, en actor de peso. Por ahora, lo único que crece es la lista de pendientes.

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