VIDEO | Mauro Luengo y la cruzada de reverdecer Bahía, frasco por frasco





A los 31 años, Mauro Luengo aprendió que para transformar una ciudad no hacen falta cargos ni presupuestos. Alcanzan unas manos llenas de tierra, un poco de paciencia y la voluntad de volver a empezar.
Laburante de fábrica, autodidacta sin diplomas y jardinero casi por accidente, Mauro es la mente –y las manos– detrás de “ReVerdeSiendo Bahía”, un proyecto de terrarios y vegetación urbana que nació, como muchas cosas importantes, de un patio prestado y una publicación en Facebook.
El brote que nació del cemento
La historia no arranca con marketing ni con una incubadora de emprendimientos, sino con unas suculentas apiladas sobre un chulengo en un patio de uno por dos. “Vivía solo, con más plantas que patio, con lo que podía rescatar. Un par de macetas, un balde y algo de intuición”, recuerda.
Después vino la mudanza: la casa de su abuela, con un patio seco de cemento y una franja de tierra que había sido gallinero. Allí levantó su primera huerta y se topó con una señal que aún no olvida: justo enfrente, un vivero. “Fue como una coincidencia divina”, dice.
De a poco, se metió en el mundo de los terrarios. Los primeros, mal combinados, fracasaron. Pero la curiosidad pudo más. Empezó a investigar, a probar, a equivocarse. Y volvió. Una y otra vez. “No estudié nada. Todo lo aprendí leyendo, tocando, buscando qué planta podía servir, cómo cuidar cada especie, dónde ubicarla. Todo es ensayo y error”.
Reverdecer, aunque no haya tiempo
Su día arranca a las 5:30 horas. De 7 a 15 trabaja en una fábrica de placas antihumedad. A la tarde, entre mates y tierra, se dedica a sus plantas. “Sigo siendo un laburante más. Pero esto me apasiona. Me gusta saber que después de trabajar, me esperan los frascos, los brotes, los proyectos”.
La idea de reverdecer no es solo estética. Es política, social, vital. “Bahía necesita más verde, pero no de adorno. Árboles autóctonos, planificación real. Hay cuadras sin sombra, sin vida. La vegetación también es infraestructura”.
Lo que las plantas le enseñaron a Mauro: “Paciencia, ritmo, atención. Cuidar una planta es una forma de estar en el presente. Por eso cada terrario que vendo busca transmitir eso: calma. Un universo en miniatura donde todo respira”.
Terrarios, rescates y un benteveo
ReVerdeSiendo Bahía no sería lo mismo sin Crista, su compañera de vida, que maneja redes, diseño y también fue quien empujó a continuar con esta aventura. “Sin ella no habría proyecto. Tiene una imaginación increíble. Yo traigo plantas, ella hace magia con cómo mostrarlas”.
El amor por lo vivo también se ve en su relación con los animales. Convive con cuatro perros, un gato y llegó a cuidar hasta un benteveo. También colaboró con el cuidado de caballos dentro de un centro de rescate animal, donde fortaleció su vínculo con el bienestar de los animales.
El futuro en frascos grandes
No quiere quedarse en los terrarios de escritorio. Sueña con paludarios, montajes vegetales a gran escala, y con instalar verde donde no lo hay. “No quiero decorar mesas, quiero crear ecosistemas. Bahía necesita eso: rincones que respiren”.
El mensaje final no es para vender. Es para quedarse pensando. "La ciudad también es un ser vivo. Si no la cuidamos, se nos seca", dice Mauro. Y vuelve a la tierra, donde empezó todo.